Viaje a través de la historia; el ferrocarril.

Hace 187 años de que cobrara vida el primer tren en Cuba. Conozca un poco de historia del mismo.

En 1825, en Inglaterra, un silbido rompió la quietud de las campiñas: la locomotora «Locomotion No. 1», diseñada por George Stephenson, inauguraba la primera línea ferroviaria pública del mundo entre Stockton y Darlington. Este avance tecnológico, destinado a cambiar para siempre el transporte global, marcó el inicio de una era industrial que pronto cruzaría océanos.

Una década después, el 19 de noviembre de 1837, Cuba se convirtió en pionera al inaugurar el ferrocarril entre La Habana y Bejucal. Este hecho situó a la isla como el primer país de Iberoamérica en implementar esta tecnología, incluso, por delante de España. Financiada principalmente por terratenientes azucareros, la línea de 27.5 kilómetros no solo conectó las plantaciones de azúcar con los puertos, sino que también simbolizó la modernización de la industria azucarera cubana.

Como motor económico, el ferrocarril impulsó la expansión de ciudades como Matanzas, Cienfuegos y Santiago de Cuba; facilitó el comercio, creó nuevos núcleos urbanos y conectó vidas; aunque también cargó con el peso de una historia desigual, donde su construcción dependió del trabajo esclavo, reflejando las contradicciones de su tiempo.

Con el paso de los años, el ferrocarril cubano también enfrentó desafíos: las guerras de independencia, las fluctuaciones económicas y los cambios sociales transformaron sus rieles en testigos de la historia. Hoy, al celebrar su 187 aniversario, se nos presenta una oportunidad de recordar no solo su impacto en el pasado, sino su importancia en el presente y el futuro de Cuba.

Proyectos como la restauración de la Estación Central de La Habana, cuya reapertura parcial está prevista para 2025, son un tributo a esta historia. Más que un edificio, la estación se erige como un monumento a la resistencia. Porque cada silbato de tren que aún resuena en nuestra geografía, cada riel que cruza nuestras tierras, es un hilo que cose la memoria de una nación que avanza, sin olvidar de dónde viene, y nos recuerda que el viaje no ha terminado.

Así, al mirar hacia atrás en este trayecto de casi dos siglos, no solo celebramos la historia del ferrocarril cubano. Celebramos el espíritu de un pueblo que persevera y lucha por avanzar sobre rieles que, aunque desgastados por el duro paso del tiempo, siguen firmes y cargados de sueños.»

Fuente: Con información del perfil de Facebook de Eduardo Rodríguez Dávila