
Pañolera a respetar
Desde hace más de 40 años, María Conde Hernández integra el colectivo de la Base de Ómnibus Urbanos Sancti Spíritus; empezó bien joven en el área de Recaudación, después estuvo por un tiempo en la cocina, hasta que hace 15 años pusieron en sus manos el Pañol, un oficio poco común para una mujer.
“Es un trabajo que tiene sus requisitos, pero se hace; lo primero es que hay que venir temprano y estar todo el día atenta a los pedidos de los mecánicos. Figúrate, en un inicio tuve que aprender mucho y me enseñaron; aunque te digo que no me costó mucho esfuerzo dominar este oficio, es que casi he pasado mi vida en la Base, esta ha sido mi casa también”, reveló a TransportEspirituano.
Lo cierto es que en el pañol donde trabaja María Conde hay orden, cada pieza tiene su lugar y pareciera que las llaves no se mueven nunca de su posición. Ella lleva a punta de lápiz cada préstamo y, si algo la vuelve celosa es la devolución; una rutina que no altera, ni con el más caprichoso de los mecánicos.
“¿Confundirme?, que va, ya sé de cualquier llave; casi lo que me falta es volverme mecánica, fíjate que muchas veces sé la llave que ellos necesitan, porque piden un tipo y, por experiencia sé que van a usar la otra, son muchos años aquí. Si algo lleva un pañol es control, y que me devuelvan las llaves, ese es mi trabajo.
“No me importa que algunos digan que soy un poco resabiosa, peleona, tengo que cuidar mi trabajo y exigir lo que está orientado. Si entrego la llave limpia, tienen que devolverla limpia, exijo mucho eso, además es mi responsabilidad. Tengo 71 años, me jubilé en el 2009 por razones personales y después me incorporé; aquí estaré hasta que tenga fuerzas y me admitan: si algo me da orgullo es ver una guagua que llegó rota y luego se reincorpora al servicio; no soy yo quien aprieta la tuerca, pero ayudo al arreglo, eso me da satisfacción”.


Domadora de las madrugadas

Suena como para no creerlo, pero Ania Peña Jacomino lo asegura con tanta vehemencia que no deja margen a la duda. “A mí me gusta hacer guardia”; y lo dice sin agravios, sin rencores, con brillo en los ojos; lo afirma con serenidad, y hasta con sana satisfacción en el rostro.
Una mujer que se ha vuelto domadora de las madrugadas, como integrante de la Agencia de Seguridad y Protección del sector del Transporte en Sancti Spíritus. Controlando la entrada y salida, cuidando los medios de la Base de Ómnibus Nacionales en Sancti Spíritus.
“Tengo que dejar mi casa en Banao y venir hasta Sancti Spíritus a cumplir con mi responsabilidad; la economía de la casa descansa en mi, y tengo que trabajar para mantener a mi papá y mis dos niños. Rotamos por varios objetivos, pero casi siempre estoy aquí, casi me siento también trabajadora de Ómnibus Nacionales.
“Hacer guardia no es fácil, te aseguro que ese desvelo de la madrugada no es cómodo, pero me gusta mi oficio. Tengo que sobreponerme al frío, a los mosquitos, a la mala noche…; hay momentos que los ojos se te quieren cerrar, es duro; pero me lavo la cara, sé que no me puedo dormir, hay una responsabilidad, y no puedo fallar.

“Haciendo guardia llevo 28 años, ya me acostumbré y no quisiera hacer más nada que eso; es algo difícil, duro, es el día entero lejos de mi familia, la noche que es durísima, pero me gusta mi puesto de trabajo y me siento feliz y contenta en mi posición; aquí me retiro. “Ser mujer no ha limitado en nada asumir esta labor; claro para venir para acá tengo que dejar listo todo el diario de una casa, dejar mi niño de 10 años con todo adelantado para que el mismo se levante por la mañana y vaya para la escuela. Desempeño un trabajo que implica sacrificio, para mí y mi familia, pero me siento bien, cómoda y trato de cumplir mi deber con respeto y cortesía”.
Yo soy una maquina



Así se define Berta Lidia Alonso Pérez, una joven de carácter, segura de sí misma, a la que le brotan dotes de mando, de responsabilidad y unos deseos de trabajar que parecen inagotables.
Una joven que a los 31 años ha tejido una diversa trayectoria laboral en pocos años, primero, formada profesionalmente en las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), donde permaneció ocho años y pasa por enfermedad al trabajo en la vida civil. Luego se desempeña como jefa del departamento de la Defensa de la Dirección Provincial de Economía y Planificación, en el Poder Popular; transita por la entidad de Ómnibus Nacionales al frente de la seguridad y protección, después como especialista en la UEB Movimiento de Tierras, en el sector de la Construcción y, desde hace seis años labora en el Centro Provincial de Vialidad, primero como informática y actualmente como subdirectora adjunta.
“Siempre me vieron cualidades de mando y cuando dejé las FAR por razones de enfermedad, me fui acercando a un lugar donde pudiera ejercer algún trabajo de dirección; en Vialidad he encontrado ese espacio. Aspiro a hacer una Maestría en Dirección y seguir desarrollándome”.
A pesar del poco tiempo en Vialidad, habla como si llevara allí toda la vida. Describe la función de controlar el presupuesto estatal para el mantenimiento de las vías, bien sea en chapea, jardinería, colocación de asfalto caliente, frío, pavimentación o bacheo.
“Le doy mucha importancia a organizar y dirigir bien cada tarea, aprovechar cada espacio para intercambiar y orientar a los trabajadores. ¿Molestarme trabajar?, para nada; te aseguro que si no tengo trabajo me aburro. Claro todo es importante, cuando toca estar con la familia, es la familia; pero cuando toca estar en el trabajo, es allí.
“Estuve de acuerdo en ocupar un cargo de cuadro, entonces lo que me toca es asumir y hacerlo bien; como si tengo que trabajar de lunes a lunes, lo hago motivada y, si algo no me gusta es estar atrás de un buró. Por mis funciones tengo que hacer trabajo de oficina, pero cuando se que están echando asfalto en una carretera, le digo a mi jefe: ‘móntame en un motor, o en un carro, que voy para allá’; y me trepo arriba de la maquina de asfalto a controlar esa actividad.
“No hay tarea difícil, ni trabajo para hombre o mujer, la persona lo que tiene que ser capaz, tener deseos, ímpetus. Cuando vine para Vialidad no me importó si tenía medio de transporte o comodidades, simplemente me enamoró el trabajo. No me hala nada material, sino el deseo de lo que haga.
“No soy feliz atrás de un buró, me siento mejor en la carretera, que me lleven por la mañana para el Plan Turquino y me regresen a las 8 de la noche; tampoco hay obstáculos que me frenen, si tengo que ir a controlar un puente y meterme debajo con el agua a la cintura, ¡como no lo voy a hacer¡ Para mi no hay tarea imposible”.
Muchísimas felicidades a esas grandes mujeres del transporte, que día a día entregan su amor, dedicación, generosidad, fortaleza enriqueciendo la comprensión del mundo y contribuyendo a la plena verdad.